21/10/15

El coro del Maestro Mateo. Catedral de Santiago.



             Al igual que las antiguas basílicas romanas la de Santiago de Compostela, levantada para cobijar el sepulcro del apóstol Santiago el Mayor o Zebedeo, necesitó muy pronto un recinto reservado a los clérigos que en ella desarrollaban su ministerio. Cuando se construyó la espléndida catedral románica se levantó en los tramos inmediatos a la capilla mayor un sin igual coro pétreo que proyectó el Maestro Mateo y construyó al tiempo que el admirable Pórtico de la Gloria. En ambas obras el genial maestro contó con la colaboración de un taller que seguía sus directrices pero cuyos escultores no renunciaban a su personal estilo, lo que justifica las diferencias que se aprecian entre las esculturas tanto del Pórtico de la Gloria como del coro pétreo.


            El número de sitiales del coro se correspondía con el de clérigos que componían el cabildo compostelano a finales del siglo XII: 72, ya que se consideraba que esos fueron los primeros discípulos  de Jesucristo. Como no todos los capitulares tenían igual rango la sillería del coro se articuló en dos cuerpos: el inferior, un banco pétreo con respaldo, para los de menor jerarquía; el superior, con espectaculares sitiales, para los de clase más elevada. Esta singular sillería se complementaba con cojines y otras telas.


           El recinto del coro tenía planta rectangular y su eje coincidía con el de la nave central de la catedral ya que en el centro de su testero tenía su puerta de acceso. De este modo había a ambos lados igual número de asientos, lo que facilitaba la práctica dual del canto gregoriano entre las dos zonas en que se dividía el conjunto, presididas por el deán y el arcediano. Estas dos dignidades se sentaban en los asientos más próximos a la capilla mayor y, tras ellos, cada canónigo y clérigo tenían un asiento asignado. El arzobispo no disponía de escaño, pues no tenía obligación de asistir a los rezos corales. Esta es, desde luego, una de las mayores diferencias con las sillerías de coro posteriores al Concilio de Trento (1545-1563) en las que el prelado tenía asiento en lugar preferente que suele colocarse en el eje del recinto así, aunque no esté presente, se evidencia su mayor rango ante el cabildo catedralicio. Esta disposición de Trento será, finalmente, causa determinante para el derribo del coro pétreo compostelano y su sustitución por otro de madera que cumplía tal requisito.


            El recinto del coro se cerraba hacia las naves laterales de la catedral por unos muros y tras la cabecera de la sillería había una tribuna elevada desde la que se efectuaban las lecturas de las celebraciones litúrgicas y las predicaciones. La documentación compostelana denomina a esta tribuna: “leedoiro”, es decir, lugar desde el que se lee y, en general, se conocen con la palabra francesa “jubé”.

           En los últimos años del siglo XVI el arzobispo compostelano, don Juan de Sanclemente, decide derribar el coro medieval para levantar otro acorde con los postulados del Concilio de Trento, lo que hizo en 1603. Castellá Ferrer, que vio el coro medieval, escribió al respecto: “Se ha deshecho el más lindo coro antiguo que había en España”. Las piezas del coro pétreo se reutilizaron en diversas obras que entonces se realizaban en la catedral de Santiago, como la fachada de la Puerta Santa, y en lugares próximos a la ciudad. Tal reutilización permitió que, sobre todo, entre 1950 y 1975 se recuperara un importante número de piezas y fragmentos que han permitido reconstruir una parte significativa de la sillería alta en una nueva sala del Museo de la Catedral de Santiago basada en los estudios de los profesores doctores don Ramón Otero Túñez y don Ramón Yzquierdo Perrín. Dicha sala se inauguró solemnemente el 24 de julio de 1999. 


          En ella también se exhibe una expresiva maqueta del conjunto del coro pétreo en su emplazamiento original de la catedral; algunas piezas de especial interés no incluidas en la reconstrucción que constituye el centro de la sala. Se ve un tramo de la fachada que daba hacia las naves laterales, alusiva a la Jerusalén celeste a la que hacen clara referencia las murallas, puertas y personajes bíblicos sentados ante ellas. Mensaje que, en cierto modo, completa el apocalíptico del Pórtico de la Gloria. En el interior, cada silla se concibe como un pequeño trono, con su dosel en el que se representan diferentes animales de los bestiarios medievales que tienen siempre un significado negativo: vicios y miserias humanas, que contrastan con las esbeltas figuras de niños que coinciden con el eje de las columnas que delimitan cada uno de los sitiales y que representan la inocencia y pureza de quienes cantan las alabanzas del Señor. De este modo el remate de la sillería se plantea como una contraposición entre los vicios del mundo y el cántico de alabanza a Dios. Cada asiento se techa con un espectacular plafón entre vigas pétreas con decoración vegetal, mientras aquéllos tienen una composición circular diferente en cada uno.


            El coro pétreo, realizado por el Maestro Mateo y su taller estaba terminado para la solemne consagración de la catedral en los primeros días de abril de 1211 y era una obra sin parangón en ningún otro lugar. Es, pues, un excepcional conjunto único en el mundo.


Doctor Ramón Yzquierdo Perrín
Catedrático de Historia del Arte Antiguo y Medieval
Universidade de A Coruña - Galicia - España



Fachada del Obradoiro. Catedral de Santiago. Museo, a la derecha de la imagen


Entrada al museo.


Catedral de Santiago. Planta, según K. Conant. Etapas constructivas según el autor.


Interior del museo, con el coro al fondo, y maqueta.



Maqueta del coro. Museo de la catedral.









Sitiales restaurados, en amarillo.
Sitiales restaurados.










 
Parte exterior (cerca) del coro. 















































Fases de la restauración. Fotos Ramón Yzquierdo Perrín.
 















































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