26/10/15

Crucificados de marfil



Cruz de Fernando y Sancha

Cruz relicario de marfil formada por la cruz propiamente y el crucificado, en cuya espalda está horadado un receptáculo para albergar una reliquia de la “Vera Cruz”. La estructura de la cruz latina rompe con la tradición hispana de cruces patadas de época visigoda que pervive en siglos posteriores. El programa iconográfico se inspira en el oficio de difuntos de la liturgia hispánica. Obra cumbre de la eboraria del siglo XI puede fecharse entre 1050 y 1060. Formaba parte del tesoro donado por los reyes de León y Castilla, Don Fernando y Doña Sancha. El tesoro estaba compuesto por diversas preseas de orfebrería, frontales, coronas, arquetas cruces, así como tierras y bienes inmuebles. La tradición de este tipo de donativos regios se remonta a varios siglos antes; así ha de interpretarse la cruz donada por el emperador bizantino Justino II (565-578) y su esposa Sofía a la ciudad de Roma. 

La cruz tiene las siguientes inscripciones: anverso, parte superior de la cruz, en latín, IHC (sigma abierta) NAZA/RENUS  REX  IUDEORUM. anverso, al pie de la cruz, en latín, FERDINADUS  REX  /SANCHA REGINA.

Se trata de una donación del rey Fernando I y su esposa Sancha documentada en el testamento de 17 de septiembre de 1063 a la colegiata de San Isidoro de León, lugar en el que se enterraron ambos reyes.

     Ficha del catálogo del Museo Arqueológico Nacional de Madrid



Cristo de Carrizo

El exquisito obrador medieval de marfiles de San Isidoro de León es el contexto de una de las piezas más sobresalientes de la Edad Media hispana, el conocido como “Cristo de Carrizo”. Pese a que su contraste con el crucificado de Fernando y Sancha (Museo Arqueológico Nacional de Madrid) evidencia un mayor expresionismo y desproporción anatómica en éste, así como una mayor evolución estilística, su impresionante aspecto deviene monumental a pesar de sus reducidas dimensiones. La cruz transparente permite ver su dorso plano, no labrado, y la existencia de receptáculos en el dorso, posiblemente para custodiar fragmentos del lignum crucis. Su carácter de relicario salva, así, una posible presunción de idolatría: uno no se postra ante un icono, sino ante la reliquia contenida en él. A finales del siglo XI estamos ante un paso más en la formalización de las figuras humanas; donde hasta ahora no había habido sino la cruz desnuda, empieza a aparecer un crucificado que, con el tiempo, se hará sufriente, humano.

                    Ficha del catálogo del Museo Provincial de León


Crucifijo de Fernando y Sancha. Museo Arqueológico Nacional. Madrid
Medidas de la cruz: 52 cm de alto, 34,5 de ancho








































 





Cristo de Carrizo. Museo de León
 
Medidas: 42 cm de alto, 35,5 cm  de ancho























































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