26/10/15

Capiteles



El Arte Románico consiguió una de sus más altas cotas plásticas en la calidad de su escultura,  que incorporó de forma eficiente y con soberbia maleabilidad a la arquitectura. Esa producción escultórica se desarrolla en las importantes fachadas de Carrión, Ripoll, Leyre, Sangüesa, Estella, Soria, también de forma abundante en los claustros de Silos, San Juan de la Peña, Santillana del Mar, San Pedro de la Rúa, Pamplona, Soria, en interiores de iglesias muy importantes, como la de Frómista, sublimándose en el Pórtico de la Gloria con la llegada del maestro Mateo a finales del siglo XII.

Respondía su instalación a varios factores. La causa primordial era la evangelización de los fieles que disfrutaban de su visión. Era la enseñanza de las cosas de la fe por otros medios, el necesario adoctrinamiento que se instalaba en los lugares más apropiados del monumento, en las puertas, en los dinteles, en los capiteles que observaban quienes oían y veían la misa dominical. En cualquier lugar que fuera necesario para complementar la homilética de los clérigos, que de ese modo veían cumplidos sus deseos de integrar todo el edificio en función sacra. La principal misión de la plástica escultórica románica es su dedicación a la pedagogía evangélica con temas de fácil reconocimiento y alusión clara a la virtud o pecado que se pretendía reconvenir o penalizar. Alcanzaba la dimensión de Biblia ilustrada para ignorantes, la alfabetización de adultos e iletrados. En general el mensaje era sencillo, sin desviarse mucho de su intención, porque se concebía como adaptación práctica, aunque en medio del mismo existieran claves de más difícil comprensión. Lo representado debía ejercer su función en varios sentidos: debía servir a los principios catequéticos y morales de la Iglesia con relatos de las Sagradas Escrituras o como corrección de los vicios sociales y las desviaciones propias del ser humano: la lujuria, el robo, la maledicencia; con lo que se debía aumentar la plasticidad de los ejemplos y agudizar el ingenio de representación.

A la vez existía todo un mundo que hacía referencia a la etnografía popular, como era la muestra de los oficios, de luchas, peleas, historias de juglares. Del mismo modo los capiteles eran lugares donde se representaba todo un mundo simbólico y alegórico proveniente de fábulas antiguas, fundamentalmente de los bestiarios medievales de donde se sacaban modelos de sirenas, faunos, dragones, amenazadores leones, del mismo modo que se esculpían modelos de la fauna real como ciervos, aves, caballos. Al lado de estas dos representaciones evangélicas y monstruosas de la fauna mítica y real, existían modelos vegetales de muy diversas formaciones, que entroncaban con imágenes de cuadernos que se extendían por todo el orbe físico y de maestros. Eran los comic de la época que ilustraban las funciones y disfunciones del mundo que les había tocado vivir, una especie de televisión interactiva que mostraba las novedades del momento, aunque no fueran tan novedosas, pero lo era la forma de representación, que eso era la escultura.

Los capiteles participaban de todo este entramado escultórico y alegórico. Pero la verdadera razón de su existencia era la de servir de soporte superior a las columnas, donde recibían el peso del arco para apearlo en las citadas columnas  y trasmitir la fuerza de su empuje a tierra por medio de basas, generalmente de tipo ático. Son, pues, elementos resistentes que la tradición románica convirtió en una muestra inagotable de modelos de todo tipo, en las diversas funciones que hemos citado. Son el mejor, y más amplio repertorio de las imágenes medievales jamás surgido, porque la necesidad estructural que tenían fue aprovechada para ilustrar y decorar de forma conveniente todo el edificio. Si pensamos en las miles de columnas de todas las iglesias románicas del mundo, comprenderemos el fenómeno de la decoración de capiteles como un inmenso océano de bellísimas gotas que dio sentido y colorido a esa inmensidad creativa que, sin nacer en el mundo románico, fue en él donde más y mejor se desarrolló.

Los repertorios son muy variados dependiendo de los talleres, sus cualidades, y las órdenes que podían recibir. Atreverse a sintetizar toda la belleza de esos elementos es una gigantesca locura, por lo que  en este capítulo sólo hemos pretendido señalar unos cuantos puntos de la geografía española donde el fenómeno tuvo mayor relevancia, pero sobre todo, aportar la diferenciación en los mismos edificios y claustros que mostramos, para determinar que cada maestro era un mundo, cada edificio una casa diferente y cada capitel una forma decorativa desigual.

                                                                                                            Francisco Javier Ocaña Eiroa









Monasterio de San Salvador de Leyre. Navarra


Capiteles de la iglesia









Capiteles de la cripta








Colegiata de Santillana del Mar. Cantabria. Claustro






















Monasterio de San Juan de la Peña. Aragón



Claustro



































San Martín de Frómista. Palencia























Monasterio de Santo Domingo de Silos. Burgos. Claustro

































Catedral de Santiago. Fachada de Platerías































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