Al igual que las antiguas
basílicas romanas la de Santiago de Compostela, levantada para cobijar el
sepulcro del apóstol Santiago el Mayor o Zebedeo, necesitó muy pronto un
recinto reservado a los clérigos que en ella desarrollaban su ministerio.
Cuando se construyó la espléndida catedral románica se levantó en los tramos
inmediatos a la capilla mayor un sin igual coro pétreo que proyectó el Maestro
Mateo y construyó al tiempo que el admirable Pórtico de la Gloria. En ambas
obras el genial maestro contó con la colaboración de un taller que seguía sus directrices
pero cuyos escultores no renunciaban a su personal estilo, lo que justifica las
diferencias que se aprecian entre las esculturas tanto del Pórtico de la Gloria
como del coro pétreo.
El número de sitiales del coro se correspondía con el de
clérigos que componían el cabildo compostelano a finales del siglo XII: 72, ya
que se consideraba que esos fueron los primeros discípulos de Jesucristo. Como no todos los capitulares tenían
igual rango la sillería del coro se articuló en dos cuerpos: el inferior, un
banco pétreo con respaldo, para los de menor jerarquía; el superior, con
espectaculares sitiales, para los de clase más elevada. Esta singular sillería
se complementaba con cojines y otras telas.
El recinto del coro tenía planta rectangular y su eje
coincidía con el de la nave central de la catedral ya que en el centro de su
testero tenía su puerta de acceso. De este modo había a ambos lados igual
número de asientos, lo que facilitaba la práctica dual del canto gregoriano
entre las dos zonas en que se dividía el conjunto, presididas por el deán y el
arcediano. Estas dos dignidades se sentaban en los asientos más próximos a la
capilla mayor y, tras ellos, cada canónigo y clérigo tenían un asiento
asignado. El arzobispo no disponía de escaño, pues no tenía obligación de
asistir a los rezos corales. Esta es, desde luego, una de las mayores
diferencias con las sillerías de coro posteriores al Concilio de Trento
(1545-1563) en las que el prelado tenía asiento en lugar preferente que suele
colocarse en el eje del recinto así, aunque no esté presente, se evidencia su mayor
rango ante el cabildo catedralicio. Esta disposición de Trento será,
finalmente, causa determinante para el derribo del coro pétreo compostelano y
su sustitución por otro de madera que cumplía tal requisito.
El recinto del coro se cerraba hacia las naves laterales
de la catedral por unos muros y tras la cabecera de la sillería había una
tribuna elevada desde la que se efectuaban las lecturas de las celebraciones
litúrgicas y las predicaciones. La documentación compostelana denomina a esta
tribuna: “leedoiro”, es decir, lugar desde el que se lee y, en general, se
conocen con la palabra francesa “jubé”.
En los últimos años del siglo XVI el arzobispo
compostelano, don Juan de Sanclemente, decide derribar el coro medieval para
levantar otro acorde con los postulados del Concilio de Trento, lo que hizo en
1603. Castellá Ferrer, que vio el coro medieval, escribió al respecto: “Se ha
deshecho el más lindo coro antiguo que había en España”. Las piezas del coro
pétreo se reutilizaron en diversas obras que entonces se realizaban en la
catedral de Santiago, como la fachada de la Puerta Santa, y en lugares próximos
a la ciudad. Tal reutilización permitió que, sobre todo, entre 1950 y 1975 se
recuperara un importante número de piezas y fragmentos que han permitido
reconstruir una parte significativa de la sillería alta en una nueva sala del
Museo de la Catedral de Santiago basada en los estudios de los profesores
doctores don Ramón Otero Túñez y don Ramón Yzquierdo Perrín. Dicha sala se
inauguró solemnemente el 24 de julio de 1999.
En ella también se exhibe una expresiva maqueta del
conjunto del coro pétreo en su emplazamiento original de la catedral; algunas
piezas de especial interés no incluidas en la reconstrucción que constituye el
centro de la sala. Se ve un tramo de la fachada que daba hacia las naves
laterales, alusiva a la Jerusalén celeste a la que hacen clara referencia las
murallas, puertas y personajes bíblicos sentados ante ellas. Mensaje que, en
cierto modo, completa el apocalíptico del Pórtico de la Gloria. En el interior,
cada silla se concibe como un pequeño trono, con su dosel en el que se
representan diferentes animales de los bestiarios medievales que tienen siempre
un significado negativo: vicios y miserias humanas, que contrastan con las
esbeltas figuras de niños que coinciden con el eje de las columnas que
delimitan cada uno de los sitiales y que representan la inocencia y pureza de
quienes cantan las alabanzas del Señor. De este modo el remate de la sillería
se plantea como una contraposición entre los vicios del mundo y el cántico de
alabanza a Dios. Cada asiento se techa con un espectacular plafón entre vigas pétreas
con decoración vegetal, mientras aquéllos tienen una composición circular
diferente en cada uno.
El coro pétreo, realizado por el Maestro Mateo y su
taller estaba terminado para la solemne consagración de la catedral en los
primeros días de abril de 1211 y era una obra sin parangón en ningún otro
lugar. Es, pues, un excepcional conjunto único en el mundo.
Doctor Ramón Yzquierdo Perrín
Catedrático de Historia del Arte Antiguo y Medieval
Universidade de A Coruña - Galicia - España
Fachada del Obradoiro. Catedral de Santiago. Museo, a la derecha de la imagen |
Entrada al museo. |
Catedral de Santiago. Planta, según K. Conant. Etapas constructivas según el autor. |
Interior del museo, con el coro al fondo, y maqueta. |
Maqueta del coro. Museo de la catedral. |
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