24/11/16

San Clemente de Tahull





La iglesia de San Clemente de Tahull se encuentra en el valle de Boí, en la provincia de Lérida, al abrigo de los Pirineos catalanes. Es una pequeña iglesia de planta basilical con tres naves que empiezan, o finalizan, en tres ábsides semicirculares, más desarrollado el central, con tramo recto y semicircular. La fachada principal carece de cualquier decoración, siendo lisa en toda su extensión. En su flanco sur se levantada una torre cuadrada exenta. Tiene cinco pisos con ventanas simples, o de doble y triple luz, separadas por un parteluz en forma de ligera pilastra, con decoración de arquillos ciegos y dientes de sierra que se extienden a modo de imposta por todo el contorno. Se levanta sobre un grueso zócalo liso.


Pertenece su estilo al mundo románico en su apartado de Primer Arte Románico (950-1075), término que fue creado por el investigador catalán Puig i Cadafalch a principios del siglo XX, tratando de sustituir al común de “arte lombardo”, porque hacía relación al centro de nacimiento de este arte, y no todo el mundo estaba de acuerdo en esa denominación, por encadenar toda la creatividad a esa región del norte de Italia.  Será la primera arquitectura románica peninsular, que comienza su andadura por los condados catalanes, libres de la dominación musulmana. Son, en general, edificios sencillos, pequeños, baratos en la construcción, repetidos de una forma seriada, de naves rectangulares con cubiertas de madera, con un solo ábside semicircular. Están caracterizados por un tipo de aparejo que hasta hace muy poco tiempo tenía la denominación de “aparejo lombardo”, cuya formación consiste en piedras pequeñas, planas en muchos casos, cortadas a martillo, sin traza igual y sin desbastar ni pulir. Es un aparejo adecuado para la época en la que se desarrolla, de fácil manejo por no requerir localizaciones de canteras lejanas y costosas, popular porque está en sintonía con lo vernáculo del territorio, y rápido porque no lleva mucho tiempo su construcción. . Era algo más que una casa y menos que una catedral. La tosquedad era sólo aparente pues hay que considerar la decoración de los muros a base de arquillos ciegos en las partes superiores, fajas verticales que proporcionaban espacios rectangulares en el paramento, nichos superiores que proporcionaban a la iglesia un efecto de claro oscuro, y una apariencia de buena plástica de respetable volumen, con frisos decorativos de dientes de sierra y de engranaje, como sucede en San Clemente de Tahull, donde no aparece más decoración que la puramente estructural, pues las puertas, ventanas y columnas carecen de la clásica decoración vegetal o historiada que ha de aparecer en el Segundo Arte Románico (1075-1150) en el resto del mundo románico.


Pero la iglesia no debe su fama a la arquitectura, que por otra parte es inercial, según indica un epígrafe en una de las columnas interiores que cita la fecha de su consagración en 1123 y a su consagrante, muy alejada del período románico inicial, cuando ya se había construido el crucero de la catedral de Santiago, o la iglesia de Silos y prácticamente todo su claustro, o se había acabado San Martín de Frómista, y la catedral de Jaca estaba muy avanzada, junto con la de Pamplona que se había comenzado en 1100. Todas ellas obras insignes del período románico siguiente. Su notoriedad se debe a las pinturas interiores, que son un referente mundial en cuanto a pintura mural se refiere.

Las Pinturas eran decoración que cubría los ábsides, de mayor extensión y calidad las del central. Fueron arrancadas de su lugar de origen como medio de preservación en una campaña de compra, arranque y traslado entre los años 1920 y 1923. El destino fue la ciudad de Barcelona, donde hoy están magníficamente expuestas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el mejor museo mundial de pintura románica. 


Lo conservado del ábside central ha representado siempre un asombro constante de quienes se ponen delante de la obra, debidamente adecuado su espacio a las formas semicirculares que había en la antigua iglesia. Se trata de un conjunto dominado por la representación de una bellísima Maiestas Domini encerrada por la mandorla mística, que bendice en forma trina con la mano derecha, y con un libro abierto en la mano izquierda con la leyenda “Ego sum lux mundi”. Pertenece al género evangélico de las apariciones. Representa la anunciación de un nuevo mundo, de un cántico nuevo, que el Apocalipsis de San Juan promete tras la llegada de Cristo, realizada ya su Redención, (Apoc. 1,7): “...Mirad cómo viene entre las nubes ...”, La formulación iconográfica estará en base a los relatos apocalípticos, de tanta influencia en la historia del Arte Románico. En su narración se describe como Cristo desciende a la tierra para después instalarse entre los humanos y juzgarlos según sus obras en el final de los tiempos. Es cuando la visión de Juan hace hincapié en el carácter estático de su majestad (Apoc.4,2-8).” ...Al instante fui arrebatado en espíritu, y vi un trono colocado en medio del cielo, y sobre el trono uno sentado …” Es la visión clara de la majestad de Dios sentado sobre el trono del universo, en la gloria celestial, a manera de rey soberano. que se presenta para juzgar a los hombres, dando fe de la grandeza divina, que es el principio y el fin de todos los tiempos.


A su lado está el Tetramorfos. Son las figuras de los cuatro evangelistas que rodean el trono de Dios. Acompañan a su imagen como notarios neotestamentarios de la palabra de Dios. A través de la historiografía del Arte Románico son representados como figuras de animales, como hombres, o combinación de ambos. Su relación totémica animal es aportada por los distintos textos apocalípticos (Apoc, 4,7) “... semejante a un león ... semejante a un toro ... semblante como de hombre ... semejante a un águila voladora ...”. En las esquinas los serafines de seis alas, testimonian y certifican la labor santificadora de todo el acontecimiento.


Bajo esta escena, y en forma horizontal organizada bajo arquerías, aparecen una serie de figuras que representan a la Iglesia, concretada en el colegio apostólico que preside María, como reina de los apóstoles, que porta en su mano izquierda un cáliz con la sangre de Cristo, que vendría a significar el testimonio de su Redención. Sólo nos quedan unas cuantas imágenes de este grupo, que sería mucho más grande y se extendería por los lados rectos del ábside, pero del que en la actualidad sólo se han conservado las figuras de María y Barlomé en el la izquierdo, y las de Juan y Santiago en el lado derecho.


En la bóveda se exhiben atributos de la divinidad de Cristo: el Cordero degollado y la Dextera Domini. El Agnus Dei, el Cordero de Dios, vino a figurar la inmolación por antonomasia. La mayor relación del cordero con Cristo ocurre en el Apocalipsis de San Juan, donde se expresa su concordancia como símbolo de la inmolación del Redentor en asociación zoomorfa muy repetida. Más de veintinueve veces aparece denominado como tal en el libro joánico. La Dextera Domini, o mano del Señor. aparece como representación de una mano derecha que recoge en su palma los dedos anular y meñique. Está inscrita en un círculo, como alusión a la perfección del movimiento continuo que significa la divinidad, sin principio ni fin. Es el símbolo del poder fáctico de Dios Padre que muestra su autoridad en forma de mano, la de su omnipresencia todopoderosa, detentadora del poder por excelencia.


Independientemente del mensaje teológico que se trata de comunicar, lo que más sorprende al espectador es la belleza de las imágenes, que por medio de la pintura forman un conjunto único en el mundo románico. La severidad de los rostros que miran de frente comunican la sensación de interrelación con quien los observa, de modo que el visitante observa, pero se siente observado por esas figuras que, vestidas con elegantes ropajes talares nos adentran en el universo mágico de la comunicación. Eso se produce en un ámbito lleno de colorido, que con una paleta simple de colores: azul, rojo y amarillo, con las variedades de sus respectivas tonalidades, provoca una sensación de plenitud, que muy pocas veces puede contemplarse. El autor ha conseguido un efecto espléndido de atención luciendo una gama muy rica de vestiduras, con magníficos pliegues organizados verticalmente, con los bordes de las túnicas luciendo perlados de diferentes colores, en la dificultad que supone pintar sobre una capa de mortero húmedo, sin la posibilidad de corrección una vez que se haya secado. Es una técnica de impresión rápida que hay que dominar y pensar antes de realizarla, para no estropear toda la obra con pinceladas fuera de línea y color. Las pinturas de Tahull nos ofrecen la posibilidad de entender y comprender lo que era el universo medieval: docencia y creencia, como seña de identidad que se extendía también a la obra escultórica, no en esta iglesia, y que lamentablemente no podemos seguir analizando por lo corto que debe ser el espacio destinado a la conveniente entrada al reportaje fotográfico, que habla por sí mismo de esa belleza con la que habríamos el párrafo.



Francisco Javier Ocaña Eiroa






Iglesia de San Clemente de Tahull. Lérida







 
Visión aérea




Planta





Torre y cabecera




Ábsides






























Torre








Instalación en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Barcelona









Bóveda




Cordero. Agnus Dei




Dextera Domini




Maiestas Domini y Tetramorfos




Maiestas Domini
























Restauración virtual




Evangelista San Juan (arriba), y evangelista San Lucas) (debajo)




Evangelista San Mateo




Evangelista San Juan




Evangelistas San Mateo y San Juan




Evangelista San Marcos




Evangelista San Lucas











Representación de la Iglesia




San Juan (izquierda) y Santiago (derecha)




San Juan





















Santiago




San Barolomé (izquierda) y María (derecha)




San Bartolomé







María








Composición virtual del conjunto de las pinturas





Interior de la iglesia




Epígrafe de la consagración














Leyendas