GEOGRAFÍA.
Silos está situado en la parte
norte oriental de la meseta superior castellana, a 1006 mts. Son terrenos
duros, ásperos,
cercanos a la Sierra de la Demanda, de clima continental, con intensos fríos de
las tierras altas de Burgos. Tierras de fe, de monasterios y apartamientos, con
Oña, Cardeña, Arlanza, con predios pardos, de pocos goces, adecuados a la
meditación y la oración. En la actualidad el pueblo tiene 203 habitantes en un
pequeño y compacto núcleo de población con estructura todavía medieval. Fue
lugar de ocupación antigua de los monasterios de San Sebastián, San Miguel y
Santa María, que acaban fusionándose en el de Santo Domingo de Silos en el
burgo medieval. El monasterio está enclavado en el fondo del valle del
Tabladillo, de 15 klmts de largo, con barreras naturales de desfiladeros al
oriente, en las Peñas de Carazo. Al poniente, con las sierras de Cervera, y
elevaciones al norte, en las estribaciones de Castroceniza.
ETAPAS CONSTRUCTIVAS
La construcción
del monasterio tuvo varias etapas, con presencia ya en el siglo X, justificada
por la presencia en la excavación del subsuelo del templo actual de una iglesia
mozárabe, con planta una sola nave con ábside semicircular interior de
cronología de mitad s. X. De esa fase histórica conocemos a los primeros
abades, Gaudencio (929-943), Placencio (...954), Blas (978-979). Son los
primeros momentos monumentales del monasterio. Pero el verdadero nacimiento del
cenobio tiene lugar con Santo Domingo. De nombre Domingo Manso. Es monje
exclaustrado de San Millán de la Cogolla por García Sánchez III (1035-1054),
rey de Navarra, al no querer acceder a sus pretensiones de enajenación de
bienes del monasterio. Es recogido en Castilla y nombrado abad del cenobio por
su hermano Fernando I. Llega al monasterio en el año 1040, para morir en 1073 y ser
canonizado por el pueblo en 1076. Una aparición evangélica le promete la Gloria
por la ampliación y restauración del viejo monasterio mozárabe. A su muerte en 1073,
los monjes lo entierran en el primitivo claustro “... intra claustrum fratum
ante portas ecclesie ...” para
trasladarlo después al interior de la iglesia. Hubo después una ampliación de
la cabecera por su sucesor, el abad Fortunio (1073-1116) y la creación de un nuevo claustro. Hay una
etapa posterior en la que se construye el crucero, que mutila parte e las
instalaciones del claustro. Se corresponde con la época de los abades Nuño (1100-1116) y Juan I (1116-1143), que
pudieron hacerlo. La última etapa de las construcciones románicas, se
corresponde con un momento de casi total oscuridad de conocimiento. Se
correspondería con las obras de 2 tramos de naves con pilares cruciformes y con
crucería, puerta oeste, presumiblemente de 4 arquivoltas, un pórtico lateral
con puerta de entrada señalada, y una puerta norte con tres arquivoltas.
Vendría a tener una cronología probable del tercer tercio del siglo XII.
EL CLAUSTRO
Es una
realidad muy compleja, con muchas particularidades, no todas de origen
monumental, sino también funcional. En torno a este, y a todos los claustros,
se realiza la vida monacal en sus diferentes aspectos. Se constituye como una
pequeña ciudad que, al igual que el monasterio, debe tener todo lo habitable
para los hombres que lo ocupan. Habrá
de poseer atrio, capítulo, refectorio,
capillas, salas de legos y novicios, enfermería, sanitarios, biblioteca, aulas
y celdas, hospedería. Todo el conjunto necesario, y funcional, para los hombres
que en encierro lo viven, según refiere San Benito en su Regla, para que no sea
necesario que el monje salga al exterior. Los elementos del conjunto se agrupan dentro de un
rectángulo, que en el caso de Silos no es perfecto, con doble piso, posterior
el segundo. Sus medidas son: 33,12 cmts x 30 mts, 60 arcadas de ½ punto, 64
capiteles, los centrales cuádruples, 8 relieves esquinales. El centro de
atención de este claustro se basa en la excepcionalidad de su escultura. Es un
referente dentro de la iconografía románica, tanto de España, como del mundo
románico foráneo. Sus capiteles y relieves son gloria del mundo medieval,
repetidamente explicado y conocido por todo el orbe científico y popular. Con
una posible cronología que comienza en los albores del siglo XII, aún estaba en
construcción a finales del mismo. Los dos elementos decorativos fundamentales
que lo adornan se basan en sus capiteles, y en los relieves. Los capiteles
forman un mundo abigarrado de formas vegetales, figuraciones de animales
míticos, salidos de los bestiarios, pocas representaciones humanas. No existe
en ellos casi la función catequética que debíamos esperar, abundando los otros
tipos ya adelantados. Esa labor de enseñanza de la religión, queda
absolutamente trasladada a los relieves, que se levantan por parejas en placas en las
esquinas de cada ala.
LOS RELIEVES
Están situados en los pilares, o esquinas, del corredor interior del
claustro. Constituyen la función catequética y teológica de la interpretación
de las Escrituras. Aportan la densidad del mensaje evangélico preciso en formas
y estimaciones concretas de los momentos más importantes de la vida de Cristo.
Todos mantienen buena visualización por la situación de altura, buena
conservación y clara percepción de detalles. Son 8 placas de una pieza de 1,80
x 1,10 mts, elevados y agrupados por parejas. Cada pilar mantiene una secuencia
lógica coordinada, pero hay descoordinación general en el relato bíblico de
conjunto, al no mantener en orden los momentos bíblicos en que se desarrollan
las escenas. Así la secuencia desorganizada bíblicamente es la actual:
Ascensión - Pentecostés - Entierro - Descendimiento - Emaús - Duda de Tomás -
Anunciación - Árbol de Jesé. Su ordenación según los tiempos y las secuencias
bíblicas debería ser: Árbol de Jesé - Anunciación - Descendimiento - Entierro -
Emaús - Duda de Tomás - Ascensión - Pentecostés.
Ascensión. Es la vuelta de Cristo
al cielo, que cierra el ciclo de la Redención, el envío del Hijo por el Padre. Llegó
la hora de las nuevas realidades cumplidas de las profecías, y la Redención como
confirmación de la Escrituras
del Nuevo y Antiguo Testamento. Será momento de aplicar la lección aprendida,
ahora sin el Maestro, y en fruto de apostolicidad, apropiada a la vida monacal,
ampliamente representada en el relieve. Es un momento de gran importancia,
vivido con gran emoción por los apóstoles. Tensión y emoción evangélica
perfectamente tratada y trasladada a la escultura por la gran atención de los
personajes a los hechos. Una nube, con ángeles portores, envuelve a Cristo en
su ascensión. María y el apostolado contemplan la escena con admiración. La
escultura está reflejada en unos alineamientos horizontales de las figuras
apostólicas, de las que destaca la figura de la Virgen en el medio. Los
personajes son de pequeña dimensión, pero a pesar de ello tienen magnificas figuraciones
de rostros, peinados, túnicas orladas.
Pentecostés. Está en el primer relieve del
claustro, donde se inicia el corredor del ala este, y por donde empieza el
primer maestro su obra, junto con el relieve anterior de la Ascensión, situado en el
ala sur, pero perteneciente a la misma mano y obra que el del ala este. Su
referencia bíblica hay que buscarla en los H. Apost 1,5 “... pasados no
muchos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo...”. Representa la efectividad de la promesa
cumplida. Aborda la protección de la
Iglesia, y la fortificación de su labor desde los cuidados
celestiales. El Espíritu Santo en forma de Dextera Domini (mano derecha del
Señor) infunde el soplo divino a María como revelación de su destino y
aceptación, que comparte con el apostolado, que le acompaña, y al cual proteger
como Madre de todos ellos, y por tanto, de la Iglesia. La escultura es de
gran calidad en los tratamientos faciales, las ropas, las posturas danzarinas
de los pies, las anatomías bajo los paños, en las orlas adornadas de las
túnicas. Todo ello desde modelos preconcebidos y alineados en filas e hileras,
lo que da un sentido de unidad a todo el conjunto.
Entierro.
Se resalta un momento clave, la tragedia de la Pasión, final, el desenlace
más humano, que es la sepultura, pero también el principio de un comienzo
glorioso, la Resurrección.
Induce a la comprensión de una visión doble y complementaria,
el hombre que muere, y el Dios que resucita. La escena comienza con la visita
al sepulcro de las tres Marías, para continuar por el entierro de Jesús por
José de Arimatea y Nicodemo. En el fondo los guardianes de la tumba dormidos.
El estilo de la escultura es de gran severidad, en alto relieve, con gran
precisión de detalles, lo que la distingue del tratamiento del relieve
anterior, de pequeñas figuras muy pegadas al fondo del relieve, y con más que
una historia contada. Todo se concreta en una mayor solidez del maestro que
muestra mayores habilidades y perfecciones, un crecimiento dentro de la propia
obra de Silos, y maduración personal. Todo hace comprender este relieve como
una verdadera obra maestra del escultor.
Francisco Javier Ocaña Eiroa
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Pilares y Relieves esquinales |
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